Quiero pensar que esta situación le ha pasado a muchas
mamás... El fin de semana, para ser exactos el sábado, mi hermano menor hizo
una reunión con sus amigos, amigos que también son de mi esposo pues iban
juntos en la universidad. No es la primera vez que surgen este tipo de
reuniones y siempre me he llevado bien con ellos, la pasamos muy padre, la
diferencia de ese día, la gran diferencia fue que yo ya no encajé.
Por qué lo digo, sencillo: soy mamá y #BebéRegina es muy
demandante y aunque mi papá, Ale e incluso mi hermano la cargaron por
instantes, yo apenas pude comer tres alitas, un sabriton y medio vaso de
refresco, mismo que tuve que ir a conseguir haciendo malabares.
Crucé palabra con algunos, medio platicamos pero, sin duda,
su mundo no eran pañales, biberones, ni bebés. La plática se veía interrumpida
por un “espérame tantito, tengo que ir a cambiar el pañal” o bien, los gritos
de ella.
El punto cumbre de esa reunión se dio cuando salió Cranium,
un juego de mesa bastante divertido, la verdad lo recomiendo. Todos estaban
organizándose, dividiéndose en dos equipos cuando mi hermano me dijo que si
jugaba, obviamente quería decirle que sí, pero Regina era mi no, para quienes
no conocen el juego, tienes que actuar, adivinar palabras, moldear masa y un
sinfín de actividades que con Regina, me hubiera sido imposible, terminé
observando sentada al fondo del patio.
Llegó el instante en que, después de un día soleado y
cansado, porque en la mañana salimos, empezó a llorar, ella ya quería paz, no
tuve opción y tomé sus cosas, mi celular y nos tuvimos que ir...
Y al final nadie nota tu ausencia y quien lo nota dirá o
pensará “tal vez se fue por la niña”... Mientras, tú ya cambiaste un pañal,
pusiste la pijama, no la bañaste porque necesitabas ayuda (trabajo en equipo en
la regadera), le diste leche, lloró porque quería más y corriste como pollo sin
cabeza a prepararle más mientras ella seguía llorando y a lo lejos escuchabas
gritos y risas de que el juego estaba muy divertido, regresaste con la leche,
se durmió, lavaste y esterilizaste biberones, lavaste platitos para papillas
con sus respectivas cucharas y en el patio la seguían pasando bien.
Te pones a pensar en cómo escribir este post, regresas a ver
que siga dormida, preparas la pañalera porque el domingo hay que salir, sacas
los traste sucios interminables, escuchas su plática, el juego se acabó, no
sabes qué equipo ganó, piensas en lavar o no los trastes, los pies te duelen,
recuerdas que apenas y comiste, pero también que mueres de sed, agarras tus
celular, abres las notas y comienzas a escribir, porque pues la idea se te va.
Terminó la esterilización de los biberones, te quieres
quitar los tenis pero piensas en que tienes que bañarte, pues llevas si no te
equivocas dos días sin hacerlo y no por mugrosa, por falta de tiempo, desabrochas
el pantalón, todo te aprieta, estás en verdad muy cansada, mientras… sigo escribiendo
y siendo invisible.
¿Les ha pasado algo similar?
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